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Democracia en el Infierno

 

Por Marco Almazán*

Portada: Sin Fronteras Colectivo

 

A los pocos días de haber descendido a los recónditos infiernos, Demócrito Topillo fue llamado a la augusta presencia de Lucifer. El Señor de las Tinieblas lo recibió amablemente, le ofreció un puro y le indicó un brasero encendido para que tomara asiento.

 

—Lo he mandado llamar —empezó el diablo— porque tengo entendido que acaba usted de llegar de México y que toda su vida se ha dedicado a la política.

 

—Efectivamente, majestad —repuso Topillo.

 

Lucifer miró a uno y al otro lado, y le dijo en voz baja:

—Le ruego que no me dé ese tratamiento. Estamos en proceso de darle una estructura más liberal al Infierno, para no quedarnos a la zaga del Vaticano, y por lo tanto no conviene emplear títulos reaccionarios. Llámeme licenciado, a secas.

 

—Muy bien, lic —aceptó Topillo.

 

—Precisamente por eso lo he llamado. Se trata de darle una barnizada de democracia al Infierno, pero a la vez me propongo mantener firmemente las riendas del poder en la mano. Estoy dispuesto a permitir la existencia de partidos políticos, la celebración de elecciones y el libre juego de candidatos, pero no voy a tolerar que nadie se me suba a las barbas y menos que un día aciago efectivamente lleguen a derrotarme en los comicios.

 

—Naturalmente —dijo Topillo.

 

-Tengo entendido que ustedes en México han logrado un admirable equilibrio en este sentido. Consienten el funcionamiento de varios partidos; periódicamente llevan a cabo sus elecciones con mucho discurso, estrépito de matracas y embadurnamiento de bardas; vota todo el mundo, hasta los abstencionistas, y sin embargo sigue rifando lo que siempre ha rifado.

 

—Gracias a Dios; perdón, gracias al PRI, licenciado.

 

Lucifer se levantó de su sillón giratorio (el antiguo trono había sido convertido en leña) y dio unos pasos por su rojo despacho.

 

—Exactamente. El PRI. ¡Qué idea más genial! Es una vergüenza que no se me haya ocurrido a mí, a pesar de saber tanto, por viejo y por diablo. Pero nunca es tarde. Sepa usted que aquí estamos en proceso de organizar el PIR: Partido Infernal Revolucionario.

 

Yo hubiera querido traer a uno de sus próceres para que nos diera una manita, pero con eso de que los cambian constante mente y un día son secretarios de Estado y al otro presidentes del partido y al siguiente directores de un organismo descentralizado...

 

—Pues ya sabe que si en algo puedo servirle —ofreció Demócrito—, estoy a sus apacibles órdenes.

 

—Muchas gracias —inclinó levemente la cabeza Lucifer.

 

—Yo milite en el Invencible desde que ambos estábamos casi en pañales —continuó Topillo mirándose las uñas- así es que creo estar al tanto de sus trinquetes, y aún más.

 

—Así me lo figuraba. Sin embargo, mi problema no es la estructura del PIR, pues por algo soy muy diablo. Lo que trato de resolver es la existencia de otros partidos infernales sin que éstos vayan a aprovechar la libertad de sufragio para darnos en la chapa. Ya permití la creación del PAM (Partido de Acción Monetaria, de derecha) y del PPD (Partido de Pobres Diablos, de izquierda). Y creo que también los diablos viejecitos andan queriendo organizar su partido dizque “auténtico”, como si todos los demás fueran espurios. Pero en fin, no le hacen mal a nadie, ni como políticos ni como demonios, pues ya están muy achicharrados.

 

—¡Qué bien, qué bien! —aprobó Topillo.

 

-De esta manera le damos un matiz de democracia al Averno. Pero dentro de unos días vamos a celebrar elecciones para constituir el Congreso Infernal, y como no queremos recurrir a la violencia de asaltar casillas y quemar papeletas, como ustedes hacían antes, tengo temor de que la oposición (que es considerable) nos vaya a dar el diablazo. Ya sabe usted que el respeto al voto ajeno a veces es la desgracia. ¿Qué me aconseja hacer?

Demócrito Topillo meditó unos momentos, dando chupetoncitos a su puro.

 

—Muy sencillo —dijo al cabo de un rato—. Creé usted diablos de partido.

 

—¿Cómo que diablos de partido? —preguntó Lucifer.

 

—Sí, señor. Desde antes de las elecciones asígneles un cierto número de curules seguritas a los demonios minoritarios, de tal manera que usted también asegure de que quedan en minoría permanente. Ellos se lo agradecerán y se quedarán quietecitos y conformes. Si razonan como en México, dirán que más vale curul en mano que cien partidos volando.

 

Lucifer se quedó con la boca abierta. Después fue hacia el señor Topillo y con lágrimas en los ojos le dio un abrazo. Demócrito aprovechó la oportunidad para pedirle la dirección del Banco de Crédito Infernal, que no es un puesto de mucha ostentación, pero sí de mucho rendimiento.

 

*De Sufragio efectivo no devolución

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