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Marcos en Ayotzinapa

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reunión con estudiantes en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero[19/04/06]

 

Por Subcomandante Marcos

 

Buenas noches compañeros, compañeras. Primero que nada queremos agradecer especialmente a la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México no sólo el que nos hayan recibido y que sean la sede de este evento, también la señal que nos dieron para recibirnos a todos. Es algo que como Ejército Zapatista de Liberación Nacional no olvidaremos. Gracias compañeros.

 

Compañeros y compañeras, a lo largo de nuestro recorrido por Guerrero hemos escuchado varios “no”. Esos “no” que gritamos la gente de abajo, la gente humilde y sencilla, cuando sufrimos una injusticia o cuando sufrimos las maldades de los gobiernos y de los poderosos.

 

En algunas partes escuchamos el “no” en contra de la destrucción de la naturaleza. En otras partes en contra del despojo de las tierras a campesinos y a comuneros, a ejidatarios. En otras partes el “no” que se levanta alto y digno: el “no” a la Presa de La Parota. Y también el “no” a la inseguridad que dan las autoridades. También el “no” al desprecio que sentimos como pueblos indios de estas tierras.

 

Todos los que estamos en el sur y el sureste, que somos mayoritariamente indígenas: Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Veracruz, Tabasco; todos estos “no” los hemos ido escuchando en nuestro recorrido, y al llegar aquí escuchamos fuerte y grande el “no” a lo que quieren hacer con la educación en nuestro país.

 

Y vemos esto que viene en un proceso, cada vez más duro y cada vez más cruel en contra de todo lo que es la educación pública y gratuita en México. No es sólo que afecte a las universidades públicas, también especialmente —lo sabemos— a las Escuelas Normales, y de ellas, a las Escuelas Normales Rurales. No se trata sólo de apagar un foco de dignidad y de rebeldía, como han sido desde su nacimiento las Normales Rurales. No sólo apagar el foco, el semillero —como dijeron ustedes mismos— de gente y de conciencia que se empieza a esparcir por el México rural, el México más dolido, el más oprimido y el más olvidado en esta época.

 

No sólo se trata de eso, sino se trata de destruir toda una conquista de los trabajadores del campo y de la ciudad desde hace muchos años. Se trata de ir cerrando poco a poco las escuelas.

 

Ahora vemos con el gobierno de Vicente Fox que no sólo no se abren nuevas escuelas, sino que las que hay se empiezan a cerrar. Y a veces con la fachada de un gobierno estatal que se presenta como revolucionario y democrático, a veces con la fachada del Partido Acción Nacional, o con la fachada del Partido Revolucionario Institucional. Por todos los partidos con esa fachada se empieza a golpear a las Normales Rurales, y recordamos bien lo que hicieron en Chiapas, y lo que hicieron en Hidalgo, y lo que quieren hacer ahora en Guerrero.

 

Y ellos piensan allá arriba que nos pueden ofrecer el olvido al administrarnos más dolor, al ofrecernos más humillación para que nos olvidemos de las que hemos recibido antes. Y nosotros no olvidamos y no perdonamos. Y venimos a decirlo aquí en su Escuela Normal Rural, venimos a decirlo aquí para que lo escuchen en todas partes, todos los estudiantes y todos los maestros: el golpe no va sólo sobre un lado, va contra todas las escuelas, de modo que desaparezcan y puedan surgir nuevas, como un negocio. Y en esos negocios lo que importa es producir mucho, aunque salga mal.

 

A ellos, allá arriba, no les importa si el hijo del campesino, del indígena o del obrero no aprende, o aprende mal. Lo que les importa es que aprenda a producir y, sobre todo, que aprenda a obedecer. Allá arriba no sólo no quieren una escuela que forme maestros que enseñen a decir “no”, que enseñen a rebelarse, que enseñen a exigir los derechos. No sólo eso, quieren desaparecer esa escuela y convertirla en una empresa privada, una empresa que genere ganancias y no que genere maestros.

Porque lo que va a salir a ver ese egresado de la Escuela Normal es lo que nos pueden platicar aquí los campesinos que se encuentran presentes, los indígenas que ya hemos visto en otras tierras, los campesinos que hemos visto a lo largo del estado de Guerrero. Y lo que hemos visto es una historia de despojo, a veces directamente por medio de terratenientes con el aval de las leyes que llegan y nos quitan la tierra. Y a veces que nos van empobreciendo poco a poco, acorralando, por medio de precios bajos, por medio de la contaminación, de envenenar la tierra, de tal forma que ser campesino sea una forma de morir, cuando hasta ahora ha sido una forma de vivir.

 

Eso es lo que quieren allá arriba, convertir a los campesinos simplemente en alguien que está empacando para irse a buscar trabajo a otro país. Y detrás de eso, todos los demás sectores que están oprimidos y que están explotados y que tienen que ver con el campo: los choferes, los pequeños comerciantes, toda esa gente que va a perder también su fuente de trabajo y su alimentación. Y vamos a encontrar entonces no sólo pueblos completamente abandonados, sino regiones completamente desérticas: sin gente. Para que puedan conquistarla entonces ellos, y poder apoderarse de los recursos naturales que hay ahí.

 

Hemos escuchado en varias partes de Guerrero las trampas del gobierno y de los ricos para quedarse con bosques, con manantiales. Por eso están dirigiendo su mira en contra de esta Escuela Normal Rural, por eso están dirigiendo la mira en contra de todas las universidades públicas, porque es en ellas donde se empieza a sembrar el germen de la rebeldía y de la crítica, que a la hora que llegan a sus centros de trabajo, a sus escuelas, a enseñar a los niños a vivir en la comunidad, se dan cuenta de todas estas injusticias, y entonces es cuando nace Genaro Vázquez Rojas, cuando nace Lucio Cabañas Barrientos, y tantos otros que no nombramos ahora pero que llevamos en nuestro corazón.

 

Aquí se vino a decir —con mucha razón— que no podemos hablar sólo de los presos políticos. Está el problema de los desaparecidos, y el problema de los desaparecidos no podemos permitir que los desaparezcan dos veces. Una vez cuando se los llevaron de su vida de lucha y de trabajo, y otra vez cuando se los quieren llevar de nuestra memoria. Nosotros cuando hemos convocado al encuentro con defensores jurídicos en San Luis Potosí, ahora el 13 de mayo, no hablamos sólo de presos políticos y de órdenes de aprehensión, también los estamos llamando a esos defensores para que busquen a los desaparecidos políticos y que sean presentados.

 

Por eso en la iniciativa que estamos haciendo a nivel nacional, estamos pidiendo que cada organización, que cada familia, que cada grupo social haga la cuenta, no sólo de sus presos, no sólo de las órdenes de aprehensión que pesan en contra de ellos, también de los desaparecidos políticos. Porque no podemos desaparecerlos de nuestra memoria. Esta Otra Campaña no sería otra si empieza a enarbolar la bandera del olvido, y nosotros nunca vamos a levantar esa bandera, ni la del olvido, ni la del perdón.

 

Hace un rato, nosotros, ustedes, nosotras, ustedes, saludamos la bandera nacional. Esa es la bandera que nosotros traemos como zapatistas. Hemos declinado nuestra bandera, la hemos puesto al servicio de esa bandera tricolor, nuestra bandera la de la estrella roja de cinco puntas sobre un fondo negro. Para nosotros lo más importante es esa bandera, la bandera de nuestro país, que está por ser destruida por esos poderosos que están allá arriba.

 

Hasta ahora, en estos “no” que estábamos juntando, habíamos estado solos. Solos como campesinos, solos como indígenas, solos como estudiantes. Y allá en nuestras montañas, en las montañas del sureste mexicano, escuchábamos con admiración, con respeto y con orgullo de la lucha de los estudiantes del Mexe. Escuchábamos también la decisión y la firmeza de los egresados y de los estudiantes de las Escuelas Normales Rurales. Y escuchábamos también, con admiración, las historias de la Federación de Estudiantes de Campesinos Socialistas de México.

 

Todo eso lo escuchábamos junto con las luchas que como campesinos, como trabajadores, como choferes, como pequeños comerciantes, como jóvenes, como mujeres, fueron levantando aquí en Guerrero. Precisamente el estado que es conocido en el resto del país como el más represivo, el más sangriento y el que tiene mayores índices de miseria. Y escuchábamos todo eso y sabíamos que eso iba a ir acompañado de la digna rebeldía de los guerrerenses, de que quienes iban a levantar ese nombre haciéndolo parte de su corazón, iban a ser ustedes —hombres y mujeres como ustedes— principalmente jóvenes.

Y entonces, estamos haciendo esta cuenta, compañeros y compañeras, y estamos haciendo la cuenta que también de lo que hay allá arriba, de los grandes ricos y de los partidos políticos que están a su servicio. Y empezamos a hacer la cuenta de quién es el responsable de esto, y si vamos a seguir nosotros —cada uno— defendiéndonos contra la pared, tratando de sobrevivir con lo poco que tenemos y viendo poco a poco con desesperación que también por eso poco vienen ellos, los de allá arriba.

 

No puede ser que sigamos acumulando dolor tras dolor en nuestra mesa, en nuestro salón de clase, en nuestras calles, en nuestro trabajo y en el campo.

 

Nosotros, los que estamos en la Otra Campaña, venimos a hacerles esta propuesta: no miremos más para arriba, no escuchemos más la voz de arriba. Miremos hacia abajo, mirémonos entre nosotros, como normalistas, como campesinos, como choferes, como estudiantes, como maestros, como hombres, mujeres, niños y ancianos que estamos abajo, cargando cada quién su dolor y tratando de alimentar y de mantener su rabia y su indignación frente al poderoso.

Allá arriba nos están diciendo que no nos miremos entre nosotros, que no nos escuchemos entre nosotros. Y la Otra Campaña está proponiendo precisamente lo contrario: que nos conozcamos, nos presentemos, saludemos nuestras luchas y hagamos mutuamente la promesa que vino a decir el compañero de La Parota: nunca más una lucha aislada, nunca más una lucha sola.

Hasta ahora ellos, los de allá arriba, han construido su imperio de riqueza sobre nuestra división, sobre nuestro enfrentamiento. Han convertido nuestra rebeldía en una debilidad, en la medida en que está sola. Hasta ahora ésos de allá arriba nos han vendido la mentira de los partidos políticos, que nos ofrecen hacer por nosotros lo que tenemos que hacer nosotros mismos: liberarnos.

 

Nosotros pensamos que lo que tenemos que hacer es convertir esa rebeldía y esa dignidad: la de los chavos banda, la de los anarquistas, la de los punks, la de los libertarios, la de los comunistas, la de los socialistas, la de los que no tienen bandera pero tienen la dignidad y la rebeldía para enfrentarse al poderoso, la de los hombres, la de las mujeres, la de los niños, la de los ancianos, todos los que venimos a sobrar en este país a la hora de hacer las cuentas allá arriba y sacar las ganancias.

Nosotros, ustedes, estamos sobrando acá. Estamos sobrando como propietarios de la tierra, como defensores del territorio, incluso como quienes luchan en la calle, en el salón de clase, en la universidad, en el volante. Les estorbamos no sólo porque no consumimos suficientes mercancías, no sólo porque no producimos lo que ellos quieren. Les estorbamos sobre todo porque hemos levantado ese “no” como una bandera, con el color de cada quien, con el símbolo de cada quién, pero lo que nos está igualando es ese “no” a un sistema, al sistema capitalista.

 

La Sexta Declaración lo dice muy claro: vamos a hablar con la gente que está de acuerdo en luchar contra el sistema, vamos a hablar y a escuchar a toda la gente que sea de izquierda, y con ella —junto con ella—, no con los de arriba, vamos a levantar este país de una vez por todas desde abajo. Y lo vamos a levantar para que esa bandera, la bandera nacional, pueda ondear con dignidad. Porque es esa bandera la que nos une como guerrerenses, como chiapanecos, como defeños, como del Estado de México, como de todas las partes donde somos cada quién.

 

Y lo que pasa es que en esa bandera cada uno de nosotros no tiene lugar, esa bandera que es levantada allá arriba por los poderosos nos excluye, nos persigue por nuestra forma de vestir, por nuestro peinado, por la música que escuchamos, por la forma en que nos vestimos si somos indígenas, o si hablamos una lengua, o si somos campesinos.

 

¿Cuándo hemos recibido respeto como gente que trabaja? Aquí en este país sólo recibe respeto y atención el que tiene dinero, no importa que sea un ladrón. ¿Cuándo hemos visto en las cárceles de este país que entren los grandes criminales? Los que entran son los luchadores sociales y la gente pobre. ¿Cuándo hemos visto que alguna vez la radio y la televisión o los periódicos que son de allá arriba van a dar cuenta de un movimiento social, van a reconocer que es una lucha digna? Nunca.

Para ellos sólo somos revoltosos, gente que busca problemas, siempre somos una minoría inconforme que se opone al desarrollo del país. Como han atacado a los compañeros y compañeras de La Parota, como los van a atacar a ustedes, como nos atacaron a nosotros y como van a atacar a cualquier gente que se levante por dignidad con su rebeldía.

 

Siempre para ellos vamos a ser una minoría, y lo que está descubriendo la Otra Campaña es que no somos una minoría: somos muchos, muchas, por todas partes. Y lo que pasa es que hasta ahora cada quien estaba en su lugar, defendiéndose, con su propia historia, una historia que hay que reconocer, saludar y que hay que admirar, y de la que hay que aprender. Y a eso hemos venido los zapatistas desde Chiapas.

 

A eso hemos venido y hemos recorrido buena parte del país, y lo vamos a seguir recorriendo para aprender de ustedes. Y no sólo para aprender de sus luchas y de su dignidad, también para empezar a conocernos y que llegue el momento de que hagamos un acuerdo acá abajo. Un acuerdo entre los que nadie ve, un acuerdo entre los que nadie escucha, para que el día que nos vean y nos escuchen sea el último día para ellos como poderosos, para ellos como gobernantes.

 

Porque hasta ahora sólo somos alguien que compra, alguien que produce, alguien que puede votar, y por eso no nos toman en cuenta. Pero nosotros en la Otra Campaña estamos diciendo que va a llegar el día en que nos van a ver, y va a llegar el día en que nos van a escuchar. Y ese día van a ver de nuestras manos la señal de que se salgan de este país. Van a escuchar de nuestra voz la voz de que ya no caben en este país más que en la cárcel, por tanto daño que han hecho. Y van a escuchar esa voz, y van a mirar nuestros rostros, y van a ver que ni Genaro, ni Lucio, ni Hidalgo, ni Morelos, ni Guerrero, ni Villa, ni Zapata habían muerto.

 

Ellos quisieron ponerlos en los libros de historia. Cuando los pusieron, quisieron llevarlos a los panteones, quisieron reducirlos a corridos y a poemas. Y resulta que aquí en Guerrero esa sangre rebelde está corriendo en las venas de ustedes y en las venas de mucha gente en este país. Y va a volver a levantarse, y van a volver a brillar las calles con la gente de abajo. No con el gris, que nos están imponiendo de allá arriba.

 

Compañeros y compañeras: de lo que se trata la Otra Campaña es de tumbar al gobierno, de acabar con el sistema capitalista y empezar a levantar otro país. Parece que es muy difícil y parece que va a costar mucho tiempo. Pero no tenemos mucho tiempo porque lo que están haciendo allá arriba es destruyendo lo poco que nos queda. Si los dejamos hacer, si nos quedamos cada quién en nuestro lugar, esperando cuándo van a venir por nosotros, cuando lleguen no va a haber nada que defender, nada por qué luchar.

 

Hay algo más grande que nuestra organización, que nuestra bandera, que nuestra idea, que es la tierra que pisamos, la tierra que nos vio nacer. Lo que nosotros los zapatistas todavía llamamos patria. Esa historia de rebeldía y de dignidad que nos sentimos obligados —nosotros y muchos como nosotros y nosotras— a defender y a hacer volver a vivir de nuevo.

 

No hay muchas opciones, no hay mucho tiempo tampoco. Pero hay el necesario para pensar y para decidirse si le vamos a entrar o no. Cada quien tiene su organización, su pensamiento, su grupo. Lo que nos está uniendo es el enemigo, porque hay que decirlo así: el enemigo es el capitalista, el enemigo es el político que está a su servicio.

 

De eso se trata la Otra Campaña, de unirnos para enfrentar a ese enemigo juntos, sin perder cada uno, cada grupo, cada organización, su autonomía y su independencia.

 

Mi nombre es Marcos, Subcomandante Insurgente Marcos. Además de ser el vocero del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, soy su jefe militar. Nuestra organización es formada mayoritariamente por indígenas chiapanecos de raíz maya. En el año de 1994, el 1 de enero, salimos cerca de 5 mil combatientes y tomamos siete cabeceras municipales en el estado de Chiapas. Rendimos e hicimos correr a las guarniciones de las policías judicial, estatal y municipal en esas partes, e iniciamos los combates contra el ejército federal.

 

A nosotros no nos dan miedo los federales, los hemos visto ser prepotentes cuando la gente está indefensa, cuando no tiene nada. Pero los hemos visto correr también de miedo, los hemos visto rajarse y desertarse por cientos, cuando un pueblo está organizado.

 

Nosotros, los zapatistas y las organizaciones que estamos en la Otra Campaña, no los estamos llamando a que se levanten en armas. Los estamos llamando a que nos organicemos en un gran movimiento nacional, civil y pacífico. Que cada quien donde está levante su bandera, su lucha, y juntos, de común acuerdo, enfrentemos a los malos gobiernos y a los ricos y poderosos.

Y de una vez no nos detengamos en un permiso para un taxi, no nos detengamos en un papel para reconocimiento de una tierra, no nos detengamos en que aprueben la minuta para una Normal. Vamos por todo de una vez, ahora, porque nada, nada nos va a ser concedido —ni lo más pequeño— si no conseguimos todo.

 

Nosotros pensamos que si estamos dispuestos todos, en todo el país, a todo, ellos, los que están arriba, tendrán que empezar a comprar entre todas las mercancías que compran una que hasta ahora no han comprado, porque era nuestra: el miedo.

Llegó la hora, compañeros y compañeras, llegó la hora de que sea el poderoso, el policía, el güacho que les sirve, el diputado, el senador, el gobernador, el presidente municipal y el presidente de la República —todos ellos— llegó la hora de que tengan miedo.

 

Y que nosotros podamos hacerles valer esa mercancía. Gracias, compañeros; gracias, compañeras.



 

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